Una de las imágenes más repetidas durante la pandemia fue una pantalla dividida con primeros planos de rostros sonrientes. Nuestros móviles, pantallas y webcams rompieron las barreras impuestas por el confinamiento y la prudencia. Nunca nos habíamos visto tanto gracias a la tecnología. Y no solo quienes más acostumbrados están a estos dispositivos. Según el INE, el 77,7% de los españoles utilizaron en 2020 las llamadas en vídeo, lo que representa un incremento de 22,3 puntos con respecto a 2019, muy por encima de cualquier otra práctica.
Pero este dato no debería hacernos pensar que el acceso a Internet es universal en España y alcanza a quien quiera disfrutar de él. La brecha digital sigue existiendo y todavía hoy encontramos límites de acceso que dependen de causas como la edad, el género, dónde se resida (fundamental), el poder adquisitivo (también importante) y los conocimientos y habilidades técnicas.
El INE nos permite conocer cuán extendido está el uso de Internet en nuestro país. En términos generales, en el año 2020 utilizó Internet el 93,2% de la población de entre 16 y 74 años, 2,5 puntos más que el año anterior. Eso es un millón más de personas en un solo año. Otro dato importante: en 2015 había una brecha de género de 3,2%, cinco años después esta diferencia ha desaparecido.
Con la brecha de genero neutralizada, podemos poner la lupa ahora en la edad, otro de los impulsores tradicionales de la brecha digital en nuestro país. El uso de Internet es una práctica generalizada entre las personas menores de 55 años. No importa el tramo que miremos: desde los 16 a los 54 años, el porcentaje de uso no desciende del 96,5%.
Si avanzamos algo más, encontramos la franja de los 55 a los 64 (hombres 88,6% y mujeres 90,3%), que actúa de puente, porque un vez traspasamos la barrera de los 65 años, los porcentajes de uso descienden notablemente: las mujeres que utilizan Internet son el 68,9% frente al 70,5% de los hombres. Que tres de cada 10 personas no tengan acceso a Internet sí entraría en la categoría de brecha digital. En un reportaje de Levanta la cabeza pusimos voz y rostro a dos de estas personas. Conocimos a María y su marido, un matrimonio mayor que vive en un domicilio sin conexión a Internet (el 4,7%, según el INE). Sus razones para no estar ‘conectados’ son las mismas que expresan otras personas mayores: no necesitan internet, no tienen conocimientos para usarlo y el servicio tiene un coste muy alto.
La brecha digital comienza a remitir si nos fijamos en el género y en la edad. Pero hay una causa que, hoy por hoy, sigue provocando diferencias importantes en cuanto al acceso a Internet: el lugar donde se resida.
La brecha digital es geográfica
En tiempos de teletrabajo, donde la conexión a Internet es imprescindible, el porcentaje de hogares que cuentan con banda ancha fija es del 82,1%. En las ciudades de más de 100.000 habitantes (63 en toda España), tienen conexión de banda ancha fija el 85,5%; si nos vamos a pueblos de menos de 10.000 habitantes (7.372 en total), el porcentaje baja hasta el 73,7%. La brecha es considerable.
Y aún debería de ser más. El dato del INE no separa entre tipo de conexiones. Lo mismo da que sea ADSL que fibra. Este grado de detalle sí podemos observarlo en el informe Cobertura de Banda Ancha en España en el año 2019, publicado en abril de 2020 por el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital. La cobertura nacional es del 94% para ADSL (30 Mbps) y del 84% para la fibra de más de 100 Mbps. Pero ese 84% de cobertura de fibra es una media: tenemos por arriba a Melilla (100% de cobertura), Madrid (97,3%) o País Vasco (91,3%), pero también Cantabria (64,4%), Extremadura (63,5%) o Galicia (50%).
La distribución de la fibra por municipios según población no deja lugar a dudas sobre hasta qué punto el tamaño de una ciudad condiciona que se pueda teletrabajar desde ella.
Distinguir entre banda ancha de ADSL y de fibra es importante en una época de teletrabajo. Con los 30 Mbps de la primera es posible navegar sin problemas y ver películas sin sufrir saltos, pero la situación se complica si entran en juego las videoconferencias y el trabajo colaborativo, no hablemos ya si en un mismo hogar trabajan varias personas con la misma conexión. En esos casos, la fibra de 100 Mbps es imprescindible. Por eso, las personas que podrían teletrabajar desde cualquier lugar están limitadas a las grandes urbes y las capitales de provincia, ciudades donde sí está generalizada la fibra. La brecha digital se mantiene.
Ya no se trata de cantidad (antes valía con esgrimir el argumento de la cobertura masiva del ADSL) sino de lograr una conexión generalizada lo suficientemente potente como para trabajar con comodidad y eficiencia ya se resida en Madrid o en un pueblo en Asturias. El plan más reciente del gobierno al respecto, España Digital 2025 (no confundir con España 2050, orientada a la recuperación tras la pandemia) plantea invertir 70.000 millones para lograr, en 2025, que el 100% de la población tenga cobertura de fibra de 100 Mbps y también de 5G.
Internet también para quien no puede ver
La digitalización universal no admite excepciones: hay que poner Internet y la tecnología al alcance de cualquier persona que quiera usarlo, sin importar cuáles sean sus capacidades perceptivas. Esto es especialmente importante si hablamos de la visión.
En El Arte de ver, una iniciativa de Prodigioso Volcán para concienciar a la sociedad por una comunicación clara y accesible, Cristina Chamorro, responsable del Departamento de Coordinación y Talento de la ONCE, reflexionaba sobre ello: “Vivimos en una sociedad en la que una imagen vale más que mil palabras. Las herramientas de orientación y comunicación están exclusivamente centradas en la visión. La visión es el eje de todo y, aunque no lo parezca, puede suponer barreras y factores de exclusión. Repasando los datos, hay 285 millones de personas con discapacidad visual en el mundo. En España, casi un millón de personas.”
Facilitar que las personas ciegas puedan utilizar la red sin límite es el objetivo de la accesibilidad web, un nuevo enfoque que permea varias ramas relacionadas con Internet, como el diseño, la arquitectura web o la creación de contenidos.
Internet está hoy imbricado en prácticamente todas las facetas de nuestra vida: en el entretenimiento, naturalmente, pero también en el trabajo e incluso en la realización de trámites esenciales para acceder a servicios públicos y privados y para poder ejercer numerosos derechos como ciudadanos. Este 2021 se cumple una década desde que las Naciones Unidas consideró el acceso a Internet como un derecho humano básico.
Desde Levanta la cabeza queremos contribuir a la digitalización sostenible de la sociedad española. Una digitalización que debe ser responsable, segura y universal. Sin excepciones. Está en nuestra mano impulsar el acceso global a la red, sin que este dependa de la edad, del género, del poder adquisitivo o del lugar donde se resida. Internet es hoy parte de la humanidad y estamos en nuestro derecho a poder acceder a ella. Por una digitalización universal.