Es muy fácil estigmatizar a los adolescentes. Lo hemos comprobado durante la desescalada de la emergencia sanitaria por la COVID-19, también cuando llegó la segunda ola de contagios y comenzó el curso escolar. A los chicos y chicas de 13 años o más se les puso bajo ‘vigilancia’, aunque después nos dimos cuenta de que era peor un sarao familiar en una casa cerrada que un grupo de chavales con mascarilla en un parque. Algo similar ocurre con el uso de las pantallas. Muchos progenitores acusan a sus hijos de estar ‘enganchados’ al smartphone pero son ellos, los padres, los que tienen la responsabilidad de darles su primer teléfono a la edad adecuada; hay madres y padres que no comprenden por qué están sus vástagos todo el día con la tableta cuando fueron ellos los que le ponían dibujos animados para entretenerlos cuando aún eran niños. ¿A qué viene esta introducción? A que los padres piensan una cosa y hacen otra.

Esta percepción también se puede comprobar en la segunda edición del informe 'El impacto de las pantallas en la vida familiar. Los adolescentes', realizado por la asociación Empatallados.com, plataforma dedicada a la educación digital, y la consultora GAD3, especializada en sondeos. Los adultos consultados opinan que la mejor edad para comprar a sus hijos el primer teléfono inteligente es 13 años, pero desde los 10 ya hay muchos niños con smartphone. Los padres compran a sus hijos el primer teléfono para tenerles localizados y controlados, pero sus hijos saben que el móvil es sinónimo de libertad, la llave que abre la puerta a las redes sociales y el entretenimiento, y al final no hay tiempo para vigilar si hacen o no un buen uso del dispositivo. La mayoría cree que si toman la decisión de privar a sus hijos de las pantallas, encontrarían actividades alternativas; pero son muy pocos los que toman la decisión pensando que se aburrirán, les generará ansiedad o les hará más rebeldes. En fin, la era digital es difícil de gestionar, tengas 14 o 54 años. Y por último, los mayores tratan de establecer controles para un uso razonable de las pantallas y, a la vez, admiten que ellos mismos están ‘enganchados’.

Sensación de arrepentimiento

El informe sobre las pantallas y los adolescentes de Empantallados nos cuenta algunas cosas interesantes. En este artículo vamos a centrarnos en el apartado titulado “¿Cuándo comprarles el móvil? La gran pregunta”. De las entrevistas se deduce que entre los progenitores prevalece la sensación de arrepentimiento. En el fondo piensan que eran muy pequeños sus hijos cuando les entregaron el primer móvil y al mismo tiempo sienten envidia del manejo que tienen de los aparatos electrónicos. Según el INE, en 2019, el 22,3 % de los niños de 10 años tenía un smartphone. También es verdad que dos años antes, ese porcentaje llegaba al 25 %. La misma tendencia se da en otros tramos por edades. Por ejemplo, en 2017, el 75 % de los adolescentes de 12 años disponía de móvil; el año pasado, esa tasa se redujo hasta el 63,9 %.

Las recomendaciones de la plataforma son sencillas: La entrega del primer móvil es una decisión importante, por eso es recomendable que no llegue “como un regalo imprevisto de un familiar o por una circunstancia externa que avale esa decisión; también es importante que entiendas las posibilidades que un teléfono abre a tus hijos para que haya una comunicación más fluida sobre los usos que le va a dar y no se caiga en las prohibiciones de acceso sin hablar con ellos; y por último, anima a firmar un ‘contrato’ con el adolescente sobre buenas prácticas.

Escaso control parental

Para no pensar solo en negativo, hay que reconocer que el 84 % de las familias aplica algún tipo de regla sobre la utilización de los dispositivos, pero solo la mitad de las familias usa controles parentales. De hecho, menos de un tercio de los padres controla las contraseñas de sus hijos en redes sociales. “La pauta más ampliamente compartida –por el 72 % de los padres­– es el establecimiento de horarios de uso de las pantallas. Y la que más ha crecido en el último año es la restricción de uso en determinados lugares de la casa, como la mesa donde se hacen las comidas o la habitación”, tal y como reconoce el estudio. Si hablamos de padres y madres separados, el panorama empeora por los diferentes criterios establecidos por los cónyuges.

Curiosamente, los padres españoles están preocupados por las consecuencias de un uso indebido de las pantallas. Destacan el deterioro de la salud ocular de sus hijos, la ausencia de actividades al aire libre, la pérdida de habilidades sociales, el insomnio y el acortamiento de la experiencia de la infancia. Entre los valores positivos que tiene la tecnología resaltan el descubrimiento, la valentía, la creatividad, la eficiencia, la tolerancia y la flexibilidad. Y entre los negativos enumeran la pérdida de empatía, la menor capacidad de esfuerzo, la baja capacidad de superación, la menor constancia, el hedonismo o el menor grado de compromiso. Aquí te dejamos la última guía familiar publicada para un uso responsable de los dispositivos con pantalla.

Como siempre se ha dicho, lo mejor es el diálogo y dar ejemplo. Así que #LevantaLaCabeza.