“Si te obligan a comer, hazlo. No grites ni llores, ya que eso solo empeorará la situación. Luego, ve a tu habitación, pon la música alta y vomita todo en una bolsa”. Este tuit forma parte de un hilo que se titula ‘Cómo esconder a tus padres tu TCA’ (Trastorno de Conducta Alimentaria), y que es público para todo el mundo en Twitter.

También para esas niñas que sienten rechazo por su cuerpo al mirarse al espejo después de oír decenas de comentarios despectivos por parte de sus compañeros de clase –e incluso de sus propios familiares–, y de ver cómo las influencers que siguen presumen de sus cuerpos esculturales en cada publicación.

Desde el confinamiento, el Hospital Infantil Niño Jesús de Madrid notificó un aumento del 20 % en los ingresos por trastornos alimenticios. Sin embargo, a nivel estatal los datos de casos no se actualizan desde 2009.

La psicóloga de la Associació contra l´Anorexia i la Bulímia (ACAB), Laura Fernández, asegura en una entrevista con Levanta la Cabeza que una de cada veinte chicas adolescentes en Cataluña sufre actualmente un TCA, y que un 11 % más estaría en riesgo de ello. Se trata de la tercera enfermedad crónica entre la población joven de la región.

En concreto, señala que el perfil ‘diana’ de la enfermedad son las mujeres en un 90 % de los casos, habitualmente adolescentes y con un nivel socioeconómico medio-alto, pero también se da en el género masculino y puede desarrollarse en cualquier edad.

A juicio de Fernández, no existe una causa clara, pero sí dos tipos de factores de riesgo que inducen a un TCA. En primer lugar, los factores individuales: la edad, el peso, una baja autoestima o la autoexigencia, entre otras. Y, por otro lado, los factores sociales. Tales como “recibir comentarios negativos sobre su cuerpo” en su propia casa, la presión social asociada a la imagen corporal, o las redes sociales y las páginas de internet que hacen apología de la anorexia (Ana) y la bulimia (Mia).

Fernández describe las redes sociales como “un arma de doble filo” para las personas que sufren un TCA; ya que los cánones de belleza que se observan en ellas pueden influir negativamente en su autoestima y la percepción de su propio cuerpo.

La pandemia nos ha obligado a permanecer más tiempo en casa, más tiempo solos y también hemos estado más expuestos a las redes sociales y a los perfiles que seguimos. Esto ha supuesto la “tormenta perfecta” para que se desencadenen más casos de trastornos alimenticios, y para que aumenten los grupos y las páginas webs pro-Ana y pro-Mia.

Apología a la anorexia y la bulimia en internet

Después de descubrir que su hija Nadia visitaba frecuentemente este tipo de páginas con apenas 12 años, y de sufrir durante 7 años más las consecuencias de esta enfermedad, Lidia Amella creó una petición en Change.org para exigir al Gobierno de España “tipificar estas plataformas como delito y actuar en consecuencia”.

En la descripción del caso, que ya cuenta con más de 280.000 firmas, asevera que su contenido “induce claramente a la autodestrucción e incluso al suicidio”.

“Es muy preocupante”, afirma Fernández sobre las páginas pro-Ana y pro-Mia. Desde su asociación, ACAB, son pioneros en el tema, pues consiguieron que Cataluña modificase en 2019 un decreto ley que permite hoy en día denunciar este tipo de contenidos.

¿El problema? Que ahora se esconden en grupos de Telegram y WhatsApp, que no son denunciables por ser privados, pero a los que “es muy fácil acceder y que están gestionados por personas enfermas que se saben todos los trucos y artimañas”, cuenta la psicóloga.

Los interesados en el tema pueden encontrar el enlace sin demasiado esfuerzo, y una vez dentro el contenido les engancha. “Les hace sentir dentro de un grupo, las hace sentir comprendidas y al final les ayuda a buscar ese objetivo de tener ese cuerpo delgado”. Y se puede intentar borrar, sí. Pero eso creará cinco grupos más.

Instagram y TikTok, las redes sociales más peligrosas

El acceso cada vez más temprano a internet y las redes sociales también ha influido en que la edad de inicio de los trastornos alimenticios sea cada vez más baja, en torno a los 10 y los 11 años, explica Fernández, que añade que Instagram y TikTok son las aplicaciones más peligrosas para los TCA, pues es donde más imágenes se pueden ver.

“Una persona que puede ser vulnerable a un trastorno de conducta alimentaria, generalmente va a buscar perfiles que traten de alimentación, de cuerpos ideales”, describe la psicóloga. La aplicación aprende los gustos, y comienza a recomendar más perfiles de este tipo, alimentando el bucle, la exposición al tema, y la angustia.

Hasta escuchar un determinado tipo de música, como el k-pop (música pop coreana), puede influirte a ello. Dentro de la comunidad ‘edtw’, el acrónimo con el que se denominan las personas con TCA en Twitter, abundan los iconos de idols coreanos.

“No sé cuánto peso, solo quiero ser delgada. Mi meta es el cuerpo de Wonyoung”, escribe la usuaria de Twitter @skeleth1n (que afirma tener 15 años) sobre una cantante y modelo surcoreana.

¿Cómo podemos evitar el efecto negativo de las redes sociales?

Fernández lo tiene claro: no podemos evitar estar expuestos a esta información contaminante, porque no solo está en redes sociales, sino en cualquier parte. Lo que recomienda la psicóloga de ACAB es trabajar desde la primera infancia en prevención y en navegación segura.

Se debe comprender qué hay detrás de lo que vemos en redes sociales, para poder desarrollar un sentido crítico. “Aprender a que, si yo me encuentro con un contenido que me hace sentir mal, pueda salir de ahí. Y si me sigo sintiendo mal, sepa pedir ayuda”.

Por otra parte, sugiere disminuir el tiempo de uso de los dispositivos móviles, realizar un análisis personal sobre el tipo de cuentas que seguimos mayoritariamente en redes sociales, y tratar que sean perfiles diversos.

A nivel de familia, Fernández aconseja realizar, al menos, una comida al día en compañía y sin aparatos digitales; además de conocer “desde la curiosidad” el tipo de contenido que consumen sus hijos y mostrarse abiertos a ayudarles.

En una encuesta anónima que realizaron desde ACAB en los centros educativos a los que acudían a impartir charlas, descubrieron que el 42 % de los alumnos recibían críticas por parte de sus compañeros de clase, de las cuales un 86 % eran comentarios sobre su cuerpo.

Por eso, Fernández subraya la importancia de que los colegios inviertan tiempo en prevención y conozcan las señales de alerta de un TCA para poder detectarlo de manera temprana, y comunicarlo a la familia para que el alumno sea diagnosticado por un profesional y reciba el tratamiento pertinente.