Hoy somos más digitales que nunca. Según datos del INE, en 2020 se sumaron un millón más de españoles a Internet, probablemente animados por el consuelo que supusieron las videoconferencias ante la imposibilidad de reunirnos físicamente con nuestros seres queridos. Las propias cifras del INE apuntan hacia ahí: el año pasado aumentó el número de personas conectadas a videoconferencias en un 28,7%, mucho más que ninguna otra actividad. Casi ocho de cada diez personas se escucharon y vieron las caras en 2020 gracias a Zoom, WhatsApp o Google Hangouts.

Pero que usemos Internet no significa que lo conozcamos bien. El mismo INE nos recuerda que cuando una web nos pide que introduzcamos datos, solo uno de cada dos españoles comprueba antes que la web es segura. Y lo mismo ocurre si hablamos de la política de privacidad: en la mitad de los casos ofrecemos información personal sin saber muy bien a quién se la damos ni qué se va a hacer con ella.

Si no le das la contraseña de tu correo a cualquiera, tampoco deberías darle tus datos”, afirma Carissa Véliz, profesora asociada de Filosofía en Oxford. La autora de ‘La privacidad es poder’ denunció, en una entrevista concedida a Levanta la cabeza, que “ahora mismo el modelo de negocio principal en el internet se basa en la violación sistemática y masiva del derecho a la privacidad”, una “injusticia” contra la que hay que rebelarse “como ciudadanos y como sociedad”. Y actuar: “por una parte, necesitamos que las grandes tecnológicas sepan menos sobre nosotros, para que tengan menos poder sobre nosotros. Y por otra parte necesitamos saber más sobre ellos, sobre cómo funcionan y qué hacen con nuestros datos. Necesitamos regular a estos gigantes. Nuestros antepasados regularon a sus gigantes: ferrocarriles, automóviles, aviones, farmacéuticas. Es nuestro turno”, afirma Véliz.

El público más vulnerable

¿Es Internet seguro? La respuesta más certera sería decir que depende de cómo se use. Una respuesta que no debería dejar a nadie satisfecho, especialmente si hablamos de quienes hoy pasan más tiempo online: los jóvenes.

Según la Fundación ANAR, la tecnología está presente en 1 de cada 5 casos de abuso sexual a menores y en 1 de cada 3 cuando la víctima tiene entre 13 y 15 años. En los últimos años hemos acuñado varios términos, muchos de ellos en inglés, para señalar prácticas peligrosas cuando no directamente delitos que han ido en aumento, como el ‘grooming’ (acoso sexual por Internet), el ‘sexting’ (envío de contenidos sexuales a través de la red) o la pornografía infantil. Precisamente en estos riesgos ponía el foco #StopAbusoMenores, la campaña del Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE) lanzada en febrero de 2021.

¿Acaso es la solución no darle un móvil a un niño o una niña? “Un móvil no es un juguete”, responde Alicia Banderas, consultora de psicoterapia y divulgadora de la psicología. “Su primer móvil tiene que ser entregado dependiendo de su madurez, situación personal y personalidad (si es extrovertido o introvertido, etc.). A los 12 años no necesitan redes sociales todavía. Hay que preguntarle ¿para qué quiere un móvil? Y cuando tengamos claro qué uso puede hacer de él, podemos regalarle uno que ya hayamos usado, y todo acompañado de un buen pacto sobre un uso responsable y seguro, hablando de las posibilidades, pero también de los riesgos, contenidos a los que puede acceder y personas con las que puede contactar, así puede ser un buen comienzo”, sugiere la autora de ‘Habla con ellos de pantallas y redes sociales’.

La concienciación es clave tanto en el ámbito familiar como en el público. Pero también lo es incluir las prácticas antes mencionadas en la ley y prever sanciones y penas cuando se trate de un delito. El paso más importante en esta línea es muy reciente: la aprobación, en junio de 2021, de la Ley Orgánica de protección integral a la infancia y a la adolescencia frente a la violencia, que incluye un capítulo completo dedicado al entorno digital. Su capítulo VIII “regula las actuaciones que deben realizar y promover las administraciones públicas para garantizar el uso seguro y responsable de Internet por parte de los niños, niñas y adolescentes, familias, personal educador y profesionales que trabajen con personas menores de edad”.

Un entorno seguro para las personas y también para las empresas

Recientemente publicamos los resultados del test ‘¿Se hace un uso responsable de la tecnología?’, realizado por Levanta la cabeza, el movimiento de Atresmedia por una digitalización sostenible que sea segura, responsable y universal. Uno de los resultados más esclarecedores fue que solo el 49% de los usuarios encuestados sabía qué significa phishing, es decir, la suplantación de identidad de una persona o empresa en Internet. Preguntar por este término y no otro fue intencionado, pues, como advierten los expertos en ciberseguridad, la suplantación de identidad es la estrategia favorita de los ciberdelincuentes para acceder a la información personal y financiera de sus víctimas.

Al igual que las personas, las empresas también están expuestas a sufrir ataques. Según el informe 'Ciberamenazas y tendencias, publicado en septiembre de 2020 por el departamento de Respuesta a Incidentes Informáticos del Centro Criptológico Nacional (CCN-CERT), dependiente del CNI, el 44 % de las empresas industriales españolas no tiene instalados antivirus, el 47 % no realiza copias de seguridad y el 49 % no dispone de una adecuada gestión de incidentes. Una vulnerabilidad que los ciberdelincuentes no dudan en explotar, especialmente en sectores tan críticos ahora mismo como las empresas farmacéuticas y los laboratorios que desarrollan proyectos relacionados con la covid-19, además de las propias administraciones públicas.

Existe un dicho extendido entre las personas que se dedican a la ciberseguridad: una empresa o una institución es tan segura como el eslabón más débil de la cadena, lo que normalmente apunta a sus empleados. Abrir un email con un enlace a una web maliciosa o descargar un archivo infectado con un virus son fallos humanos; concesiones a los ciberdelincuentes que podrían evitarse con un mayor esfuerzo de empresas y administraciones por concienciar acerca de un uso seguro de Internet y de las tecnologías, también en el trabajo.

La solución es apostar por una digitalización segura

La tecnología es hoy parte de nuestra vida cotidiana. En el ámbito personal, la usamos para hablar con nuestros seres queridos, para organizar nuestro día y para acceder a una oferta de ocio audiovisual sin precedentes. El precio por utilizar cualquiera de estos servicios, que se añade a su coste monetario cuando lo hay, es la cesión de nuestros datos personales, una información que divulgamos y que no sabemos muy bien adónde llega. A estas concesiones se suman los propios contenidos que generamos y que compartimos en las redes sociales, con la misma falta de certidumbre sobre el uso que se puede hacer de nuestras imágenes, vídeos y textos.

Sucede algo parecido en el ámbito laboral. El teletrabajo ha propulsado el almacenamiento en la nube y el uso de herramientas colaborativas. Intercambiamos archivos y los alojamos gracias a servicios que pertenecen a terceras empresas. De nuevo, no sabemos dónde se encuentran exactamente nuestros contenidos ni en cuántos lugares.

La digitalización masiva que hemos asumido como natural está muy vinculada a la incertidumbre. Usar la tecnología de forma segura no es algo que dependa ya en exclusiva de lo que hagamos, sino que estamos expuestos/as al uso que terceros hagan de lo que subimos y compartimos. En este escenario, la concienciación es primordial para conseguir un Internet seguro.

Desde Levanta la cabeza queremos contribuir a la digitalización sostenible de la sociedad española. Una digitalización que debe ser universal, responsable y segura. Está en nuestra mano aprovechar las ventajas de la tecnología sin olvidar un momento que en la red no existe la certeza sobre el paradero de un contenido, como tampoco la hay sobre la identidad de quien está al otro lado de la pantalla.

¿Deben limitar estos riesgos nuestro disfrute de la tecnología? No, pero sí debemos prestar atención a lo que hacemos, buscando siempre proteger nuestra privacidad y nuestra seguridad.